¿HAY ALGÚN ARTURO EN TU VIDA?
- Claudia Campo
- 18 dic 2024
- 3 Min. de lectura
El fin de semana pasado, mi esposo y yo tuvimos el privilegio de asistir al concierto "El anillo sin palabras" de Richard Wagner, interpretado por la Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional de Música en Madrid.
Nos invitó Arturo, un médico jubilado, naturalista, escritor y profundo admirador del compositor Wagner. Antes del día del concierto, Arturo nos había enviado cuatro largos mensajes de correo electrónico, con enlaces de la música de Wagner e instrucciones muy detalladas para ese día; por ejemplo: dejar el celular en casa o en el carro para evitar el riesgo de que sonara y tuvieran que suspender el concierto por nuestra culpa. Cualquier ruido sería fatal para los músicos.
Arturo es todo un personaje, un hombre muy culto, erudito en el tema de Wagner, pero bastante estricto. Antes de entrar al auditorio se aseguró de que tuviéramos los celulares apagados y nos advirtió que, al estar sentados en primera fila, era fundamental que colocáramos el bolso, la chaqueta y hasta el boletín con la información de la obra musical debajo de nuestra silla. También nos informó que las sillas están unidas y que cualquier movimiento de nuestra parte, perturbaría a todos los demás. Al sentarme en mi silla, con tantas recomendaciones, sentía que no podía ni respirar. Para completar, debido a que recién estaba saliendo de un resfriado, sentía que tenía muchas ganas de toser, pero me las tuve que aguantar. Afortunadamente, Arturo, previendo que eso sucedería, había llevado mentas para sus invitados.
Fue difícil relajarme, pero finalmente la belleza de la música me cautivó y pude disfrutar del magistral desempeño de la orquesta.
Cuando terminó el concierto, Arturo compartió con nosotros sus libros, videos y más conocimientos acerca de Wagner. Y nos comentó que había terminado con su pareja porque le colocó excusas para asistir al evento, en lugar de darle prioridad a compartir juntos esa ocasión que era tan sublime para él.
Cuando nos estábamos despidiendo, casi con lágrimas en sus ojos, dijo:
“Ahora me voy y me sentiré el doble de solo.”
Sus palabras me estremecieron, tal vez porque en muchos momentos he sentido el dolor de la soledad. Déjame darte un abrazo, le dije, a lo cual asintió. Lo abracé fuertemente y le dije: Dios te bendiga.
El encuentro con Arturo me conmovió, al darme cuenta de que detrás de ese hombre aparentemente duro y estricto, había un ser humano dulce, necesitado de amor y compañía. Hubiéramos querido quedarnos con él e invitarlo a comer, pero teníamos un compromiso adquirido anteriormente con la familia de mi esposo.
Ahora, déjame preguntarte:
¿Cuántos “Arturos” o “Arturas” hay a tu alrededor, que son estrictos o duros,
pero en el fondo están llenos de vacío y soledad?
En esta navidad, haz el propósito de dar el regalo del amor y de tu compañía a aquellas personas a tu alrededor que tal vez no lo dicen, pero que tanto lo necesitan.
Tiempo y amor es el mejor regalo que puedes dar a tus seres queridos, no tienes que ir a la tienda a comprarlo, ni gastar una cantidad enorme de dinero, y ni siquiera tienes que preocuparte si le va a gustar o no, porque con seguridad le darás un momento de alegría y estará agradecido(a) contigo de por vida.
Hoy y siempre, da a otros el regalo de tu presencia, demostrando el amor de Dios donde quiera que vayas. Recuerda que es más bienaventurado dar que recibir. Verás como tu corazón se llena de gozo al entregar el regalo del amor a los demás.
Te deseamos una Feliz Navidad y un próspero año nuevo!
Con mucho amor y gratitud,
Pedro y Claudia.
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