top of page

MI LIBERTAD 2 – La culpa

Una de las emociones más toxicas que puede afectar nuestra vida es la culpa, por lo menos en mi caso, la culpa me atormentaba día y noche, ya fuera por cosas grandes o pequeñas: ¿Por qué lo hice? ¿Por qué dije eso? Incluso, me sentía culpable por cosas tan sencillas como la comida, ¿Por qué me comí esto o aquello?


Pero gracias a Dios, por sus frecuentes recordatorios acerca de su inagotable amor y perdón; y el momento más reciente fue cuando les conté, en el blog anterior[1], que estuve participando de un curso llamado Mi Libertad, en el cual, guiados muy amorosamente por nuestros facilitadores, recordamos algunas promesas de la Palabra de Dios:


“Él borra todas mis rebeliones y nunca más se volverá a acordar de ellos”

(Isaías 43:25)

“Dios tiene compasión de mí, sepulta todas mis iniquidades y las echa a lo profundo del mar” (Miqueas 7:19)


Cuando pedimos perdón a Dios por nuestros pecados, debemos tener la certeza de que son perdonados, borrados, olvidados, sepultados y echados en lo profundo del mar.  Y después, es muy importante no estar desenterrando nuestro pasado, para que no nos suceda como a la historia de los niños con el funeral del pajarito.

Resulta que unos niños encontraron un pajarito muerto y decidieron hacerle un funeral, hicieron un hueco en el patio de la casa y lo colocaron allí; luego, uno cantaba, otro predicaba y al final, le echaron tierra para enterrar el pajarito. Les gustó tanto lo que hicieron que, al día siguiente, desenterraron el pajarito y volvieron a hacerle el funeral, y así por varios días; hasta que un adulto se dio cuenta de lo que estaba sucediendo y les explicó que no era necesario enterrar y desenterrar el pajarito varias veces. De la misma manera, debemos dejar nuestros errores, pecados y tristezas del pasado, enterrados en lo profundo del mar donde Dios los envía y no volver a sacarlos de allí nunca más.


Romanos 8:1 declara:

“Por lo tanto, ya no hay condenación para los que pertenecen a Cristo Jesús”


Pertenecemos a Cristo, él nos compró con su sangre a través de su muerte en la cruz. Si hemos recibido a Jesús en nuestro corazón, ahora somos santos, libres de culpa y podemos vivir en libertad con la seguridad de su amor y perdón.


Un buen ejercicio para liberarnos de la culpa sería escribirle una carta a Dios, pidiéndole perdón por todas aquellas cosas que te hacen sentir culpable[2], pídele que sane las heridas de tu corazón[3] y finaliza dándole gracias por su misericordia y perdón.[4] Luego, rompe la hoja en pedazos bien pequeñitos y échala en el mar, o en un rio o incluso en la taza del inodoro, como un acto simbólico de que nunca más, ni tú ni Dios, se acordarán de lo que allí escribiste.


Y si todavía no has recibido y aceptado a Jesús en tu corazón, este es el mejor momento para hacerlo, a través de una sencilla oración, que salga de lo profundo de tu ser. Puedes decirle:


“Señor Jesucristo, gracias porque me amas y entiendo que te necesito. Te pido perdón por todos mis pecados. Te abro la puerta de mi vida y te recibo como mi Señor y mi Salvador. Gracias porque te pertenezco, soy tuyo(a) y soy libre de toda culpa y condenación.” Amén.


Después de pedir perdón a Dios, perdónate a ti mismo, pide perdón a otros si es necesario, y luego, vive tranquilo(a) con la paz y seguridad de saber que eres amado(a), perdonado(a) y aceptado(a).


Con amor,


Claudia

 



[2] 1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.


[3] Salmos 147:3 Él sana a los quebrantados de corazón,

Y venda sus heridas.


[4] Salmos 103:2-4 Bendice, alma mía, a Jehová y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; El que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias.


 
 
 

Comentários


bottom of page